viernes, 1 de diciembre de 2017

FÉRTILES VALLES ANDINOS

Podría decirse que el día de hoy será una especie de jornada de transición antes de emprender el último tramo de nuestro viaje.
Tenemos por delante unas cuantas horas de desplazamiento en autobús desde Puno, a orillas del Lago Titicaca, hasta Cuzco, la otrora capital del Imperio Inca, incluyendo varias paradas para visitar lugares de interés.
No son aún las 7 de la mañana cuando iniciamos la marcha y al poco atravesamos la ciudad de Juliaca, bulliciosa y caótica también, poco o nada turística pero centro comercial de la zona.


Transcurre todo el viaje por un espléndido valle en plena cordillera andina, que según vamos avanzando se va haciendo cada vez más frondoso.
La primera parada es en un poblado inca del que se conservan interesantes vestigios y que recorremos bajo un sol abrasador, cuyos efectos se amplían por la altitud.


Se trata del complejo arqueológico de Racchi, también conocido como el Templo del dios Wiracocha.
Seguimos adentrándonos por el valle y vamos subiendo otra vez hasta alcanzar los 4.500 metros en el punto denominado La Raya, que es el límite entre la provincia de Puno y la de Cuzco, presidido por la montaña Apu Chimboya que se eleva por encima de los 5.000 metros.


Y es a partir de aquí cuando los valles por los que transitamos se hacen aún más fértiles y frondosos, con abundantes cultivos y variada vegetación. Está claro que Perú es un país de grandes contrastes: playas, desierto, extenso altiplano, volcanes, elevadas cumbres, sol abrasador, frío potente, selva, un muy importante patrimonio arqueológico...
Después de comer volvemos a detenernos en Andahuaylillas, otro pequeño pueblo cuyo principal tesoro es la iglesia de San Pedro y San Pablo, conocida como la capilla sixtina de América.


Vista así, engaña, no parece gran cosa. Pero dentro podemos contemplar otra joya del que llaman barroco mestizo, donde impera el pan de oro, un techo dividido en dos impresionantes artesonados, uno de ellos de estilo mudéjar, dos órganos alemanes que aún funcionan a pesar de su antigüedad, y varios lienzos de gran valor. Una pena que no permitan hacer fotos, pero nos regalan un CD que las incluyen.
Después de casi 400 kilómetros, y un descenso de 1.200 metros hasta los 3.300, anochece cuando llegamos a Cuzco y nos instalamos en nuestro hotel próximo a la Plaza de Armas.
Salimos a dar un paseo por esta ciudad de clima cambiante, como comprobamos cuando nada más salir empieza a chispear. 



Pero llegamos a la plaza, que está preciosa iluminada, hasta alcanzar un sitio que nos han recomendado para tapear, al lado, que se llama Sancho Panza y que está regentado por un español afincado aquí.
Por un día abandonamos la comida peruana y apostamos por unas patatas bravas, un pulpo a la gallega y unos pinchos morunos, regados con unas cervezas y todo ello compartido con una pareja de catalanes de Badalona que hemos conocido por aquí y con los que somos capaces de hablar de todo, sí, incluso "el tema"; y de fútbol, y de viajes, y de política, y de la vida... Muy agradable encuentro.
Cuando salimos del bar pasadas las 12 ya no llueve y hace una noche estupenda. Mañana no hay que madrugar.

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