lunes, 4 de diciembre de 2017

EN AGUAS CALIENTES PASADOS POR AGUA

Otro día que no toca madrugar, porque hasta las 16.45 no sale nuestro tren de regreso a Cuzco.
Así que nos lo tomamos con calma. Desayunamos tranquilamente, dedicamos un tiempo a preparar el blog del inolvidable día de ayer en Machu Picchu, vemos la vida fluir...
Estamos en un salón junto a la recepción del hotel y a través de sus amplios ventanales vemos la calle. En un momento dado, aunque ya lo habíamos visto la noche anterior, aparece un tren pasando junto a la mismísima puerta del hotel. 


Y en el rato que estamos ahí pasa otro, y otro, y alguno hasta se detiene para que bajen los pasajeros. Así que ya no estamos seguros de si por donde andamos es una acera o un andén.
Es curioso que esta zona del pueblo está delimitada por un caudaloso río, que baja de las montañas; casi en paralelo a él discurre la vía del tren, que pasa a metro y medio de la puerta de nuestro hotel; a continuación se ubica una hilera de edificios como el que nos encontramos; y a espaldas, otro río de aguas bravas.
En fin, después de flipar lo nuestro, nos decidimos a dar un paseo por el pueblo, observando que no es otra cosa que un conjunto de restaurantes, hoteles y tiendas de todo tipo donde se venden las mismas cosas que en todos los lugares por los que hemos pasado pero el doble o triple de caras.
Le comentamos a una vendedora que hemos visto en Cuzco la misma chaqueta de alpaca a la mitad del precio que ella nos pide y contesta tranquilamente: "Es lo que trae el tren."


A todo esto ha empezado a llover, así que nos vemos obligados a guarecernos en un lugar que resulta ser bar, tienda y agencia de viajes. Pero tiene buenos asientos y nos pedimos unos capuccinos mientras escampa.
Al poco, aparecen nuestros amigos catalanes porque resulta que es su agencia y como ya no llueve, sino que diluvia, pues echamos un buen rato de charla.
Cuando a ellos vienen a buscarles para llevarles a comer, nosotros optamos por lo mismo aprovechando que llueve menos. Pero el paseo previsto se ha ido al garete.
Después de comer nos dirigimos a la cercana estación para acceder a la cual hemos de atravesar una especie de abigarrado zoco en el que, obviamente, se vende de todo y más. Pero la entrada se anima con un bonito jardín.


De regreso, el tren nos llevará casi directamente a Cuzco, concretamente a la localidad de Poroy, a media hora de coche. En total, habrán sido cuatro horas desde que salimos de Aguas Calientes.
Aunque ya es de noche, ratificamos la impresión que teníamos respecto a la proliferación de perros sueltos, algo que no se produce en el resto de Perú que hemos conocido. Es una pena, porque Cuzco es quizá la ciudad más bonita y adecentada que hemos visitado, pero por sus calles campan por sus respetos a veces auténticas manadas de perros que incluso llegan a dificultar el transitar de los peatones.

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