miércoles, 29 de noviembre de 2017

NAVEGANDO EL LAGO TITICACA

Amanece este miércoles en Puno algo nublado y fresquito pero sin lluvia.


Nuestro hotel se encuentra algo lejos del centro pero con esta estupenda vista sobre el lago Titicaca.
Y cuando salimos de desayunar nos encontramos con estas dos llamas pastando tranquilamente en el jardín.


Pero hoy toca navegar por el lago. Así que nos dirigimos al puerto de Puno para embarcar en uno de los numerosos barcos que aguardan a los turistas. 
El plan, además de  surcar sus aguas, es visitar algunas de las numerosas islas existentes.
El Lago Titicaca, que pertenece en un 60% a Perú y un 40% a Bolivia, se encuentra a 3.800 metros sobre el nivel del mar y tiene una extensión de unos 175 kilómetros de largo por 75 de ancho, o sea, más o menos la extensión de Puerto Rico. Hay que aclarar que la pronunciación que solemos utilizar no es correcta: se dice Titijaja y lo escriben con dos kas.


Zarpamos a la hora prevista en dirección a las Islas Uros, las más próximas a la orilla. Se trata una serie de islas flotantes hechas con los juncos de hasta ocho metros de alto que crecen por doquier.
En cada una de las numerosas islas habita una familia de etnia aymará, que apenas hablan español y que viven permitiéndonos visitarles y vendiendo los productos textiles y de artesanía que ellos mismos hacen.


Nos corresponde visitar la isla llamada Kon Tiki. La primera sensación al desembarcar es de un piso muy blando hecho con juncos. Nos reciben con alegría, el guía nos explica cómo se manejan, nos muestran sus trabajos y nos proponen un paseo por el lago en una de sus embarcaciones hacia otra de las islas. 
De vuelta a nuestro barco a motor, reanudamos la navegación hacia la otra isla que visitaremos, esta ya en pleno centro del lago. Durante la travesía parece que levanta el día hasta quedar una mañana espléndida.
Desembarcamos pues en la isla Taquile que "solamente" tiene el inconveniente de que debemos superar andando un desnivel superior a los 250 metros para alcanzar los más de 4.000 donde se encuentra la plaza mayor de este núcleo en el que habitan unos 3.000 quechuas, totalmente autónomos en su isla.


Mientras recuperamos el resuello hacemos unos inesperados amiguitos con los que compartimos unas chocolatinas.
Tras conseguir superar la escalada nos detenemos a comer en un mirador con unas vistas impresionantes y después regreso a Puno.


martes, 28 de noviembre de 2017

POR EL VALLE DEL COLCA HASTA LA CRUZ DEL CÓNDOR

Hoy tendremos un día menos ajetreado en cuanto a los cambios de altitud, al menos durante la mañana que solo ascenderemos unos 200 metros.
Pero el madrugón no nos lo quita nadie porque vienen a buscarnos a las seis y media de la mañana.
Al menos hemos dormido muy bien y parece que nos hemos aclimatado adecuadamente.


Mientras esperamos, foto con un chaval que está en la puerta con su llama y al que no le gusta salir en las fotos, entra al colegio a las ocho y media y juega de portero en su equipo.
Y sin más iniciamos el recorrido de hoy, que nos llevará por el Valle del Colca, atravesando varias poblaciones, posteriormente por el cañón del mismo río hasta culminar en la Cruz del Cóndor, donde esperamos poder observar el majestuoso vuelo del ave.


El Colca fue un caudaloso río, incluso navegable, hasta que construyeron una presa para aprovechar sus aguas y quedó reducido a la mínima expresión.
En torno a él organizaron los incas todo un sistema agrícola basado en las terrazas que garantizaba su subsistencia con todo tipo de productos.


Con la Cordillera de los Andes omnipresente (la más larga del mundo), el valle se convierte en cañón constituyendo este del Colca el tercero más profundo del mundo, tras el primero, que está en China, y el segundo, en Nepal.
A cada poco nos vamos deteniendo en sucesivos miradores para contemplar el panorama que se nos ofrece hasta llegar al punto culminante en la Cruz del Cóndor, a 3.850 metros de altitud.
El entorno es espectacular pero al cabo de media hora, como el cóndor no hace acto de aparición, nuestra guía propone avanzar hacia otro mirador, a ver si tenemos más suerte. Pero tampoco. Algún avistamiento lejano y poco más.
Así que optamos por volver al primer mirador y ahora sí, por fin conseguimos presenciar el majestuoso vuelo del cóndor desde más cerca.
Tienen estas aves una envergadura de alas de unos tres metros y medio, pero poco cuerpo, lo que les impide batirlas, o sea, en realidad volar, por lo cual lo que hacen es planear aprovechando las corrientes de aire para ascender o descender. Impresionante.
Incluso cuando ya nos íbamos llega a sobrevolar nuestro microbús. Así que paramos y disfrutamos un poco más.
Retornamos por el mismo camino, deteniéndonos en algunos miradores y lugares de interés, hasta llegar a Maca, donde hacemos una parada más larga.


Damos un paseo, visitamos su iglesia, nos detenemos en los omnipresentes tenderetes de venta de recuerdos y no nos resistimos ante una lugareña que ofrece el Colca Sour, un licor del mismo tipo que aquel Pisco Sour que probamos en Lima.
Toca retomar el camino para llegar a comer otra vez en Chivay, aunque en un restaurante distinto al de ayer.
La siesta hoy nos la echaremos en el microbús camino de Puno. Tenemos por delante toda la tarde para llegar a esta ciudad a orillas del lago Titicaca.
Por el camino nos encontraremos una gran laguna llena de flamencos chilenos, volveremos a ascender hasta los 4.500 metros y encontraremos nieve en los bordes de la carretera.
El tiempo ha cambiado, ha bajado la temperatura y hacemos buena parte del camino bajo la lluvia hasta llegar a nuestro hotel, a orillas del lago, nuevamente a 3.800 metros de altitud.

lunes, 27 de noviembre de 2017

ASCENDIENDO HASTA EL MIRADOR DE LOS ANDES

Hoy es el día que iniciamos nuestra escalada a las alturas, el día en que llegaremos a lo más alto en este viaje: los 4.910 metros donde se encuentra el Mirador de los Andes o Mirador de los Volcanes, en plena reserva natural por la que campan a sus anchas llamas, vicuñas, alpacas y una gran variedad de aves que ocupan los escasos humedales existentes en la zona.


Pero antes nos queda algo por hacer: visitar la catedral de Arequipa que ayer estaba cerrada y que abre a las 7 de la mañana.
Así que son las seis y media cuando ya estamos desayunando. Qué distinta está la Plaza de Armas en esta soleada mañana de lunes, con una agradable temperatura que invita a pasear.
Pero no tenemos tiempo. Así que en cuanto abren nos dirigimos al interior de esta interesante catedral neoclásica, cuya principal curiosidad radica en que no encontramos el altar mayor al frente sino entrando a la derecha. Ello se debe a que, cuando ya tenían la parcela y el proyecto diseñado, se les negó a los arequipeños tener una catedral superior a la de Lima, que tenía mucho fondo pero poco ancho. Así que tuvieron que hacer la suya con mucho ancho pero poco fondo.


Otro detalle destacable es el impresionante púlpito en cuya base aparece una representación de Lucifer, algo nada usual.
Y llega la hora en que vienen a recogernos con un microbús en el que una docena de personas iniciaremos el periplo que nos llevará hoy por las estribaciones del altiplano peruano para bajar luego al valle del Colca, en cuya capital, Chivay, pernoctaremos, a 3.600 metros de altitud.
Por el camino ascendente la guía nos hace toda una serie de advertencias en relación con el mal de altura que iremos notando: posible sensación de mareo, cierta somnolencia, quizá dolor de cabeza... Y recomendaciones para combatirlo: aumentar el nivel de glucosa en sangre con unos caramelos (los hay de coca), beber mucha agua, tomárnoslo con calma cuando bajemos del vehículo, etc. Y, claro, las casi inevitables hojas de coca, en infusión o masticadas.


Sin casi darnos cuenta, nos situamos por encima de los 3.000 metros. El paisaje es más bien desolador por la ausencia de vegetación. Arbustos y para de contar.
Nos movemos por una carretera con gran tráfico de camiones que van y vienen de una enorme factoría de cemento situada en la zona, que produce lo que llaman cemento volcánico procedente de las cenizas que expulsan.


El panorama se anima cuando llegamos a la zona de vicuñas, que pastan tranquilamente no lejos de la carretera. Aunque conviene tener cuidado porque las vicuñas, al contrario que llamas o alpacas, son agresivas y escupen!
Cuando llegamos a un punto de avituallamiento ya hemos rebasado los 4.000 metros. Y nos proporcionan una infusión triple con varias yerbas, la de coca incluida.


Desde el lugar divisamos los tres volcanes que circundan Arequipa por un lado. El que aparece en medio de la foto parece que podría entrar en erupción en cualquier momento, pues no lo hace desde finales del siglo XV y dicen que toca cada 500 años. Así que lo tienen muy monitorizado para controlar su evolución.
Continuamos nuestra marcha ascendente pasando por el territorio de las alpacas, animales que también pertenecen a la especie de los camélidos, como camellos y dromedarios, y de los que se obtiene material para prendas de vestir y carne comestible (muy rica, por cierto).
Vamos haciendo sucesivas paradas para fotografiar el paisaje que nos circunda, impresionante pero un tanto árido por la total ausencia de árboles, y solo animado por la presencia de animales. 


También hay bastante presencia de lugareñas, casi siempre mujeres, que venden todo tipo de artículos.
Llegamos finalmente al punto culminante del día: el Mirador de los Andes o Mirador de los Volcanes, desde donde podemos contemplar todos los que se sitúan en las proximidades de Arequipa.
Estamos exactamente a 4.910 metros de altitud sobre el nivel del mar. Y se nota, a pesar de infusiones y otras artimañas.
Pero el espectáculo es impresionante. Quizá no se perciba adecuadamente en las fotos.
Ahí tenemos los seis volcanes. Los tres más cercanos a Arequipa, el Chahani, el Misti y el Pichu Pichu. Y no lejanos, los otros tres: Ampato, Sabancaya y Hualca Hualca.


El Misti es al que se supone que ya "le toca" entrar en erupción y el Sabancaya es el que está en medio de los otros tres y no deja de echar humo y cenizas.
Va siendo hora de comer cuando reanudamos nuestro camino hacia la meta final del recorrido de hoy: la pequeña ciudad de Chivay, donde comeremos, pasaremos la tarde y pernoctaremos a 3.600 metros.
Después de comer hay una opción de aguas termales que abundan por aquí, producidas, obviamente, por los volcanes, pero nosotros optamos por descansar en el hotel y dedicar la tarde a la lectura como terapia recuperadora. 
Estamos en una especie de casa rural formada por algo así como bungalows o cabañas independientes.
Se nota la altitud. Alguna ligera sensación de mareo, cierto dolor de cabeza... Al andar deprisa hay algún jadeo...
Pero se pasa. Y, por supuesto, no renunciamos a nuestra cena, aunque nos han recomendado que lo hagamos con moderación pues, en caso contrario, tendríamos dificultades para dormir, dado que en altura se dificulta la digestión.
Somos obedientes pero damos buena cuenta de unos pequeños filetes de alpaca a la parrilla que están deliciosos, una carne tierna y sabrosa.

AREQUIPA

Domingo en Lima y no toca madrugar. Así que... tranquilidad y a esperar que vengan a buscarnos para ir al aeropuerto.
Hemos tenido una agradable estancia en la capital peruana y hemos disfrutado de varias zonas atractivas como ya relatamos en su momento. Tendremos más tiempo cuando regresemos antes de volver a España.


Pero ahora toca volar rumbo a la ciudad de Arequipa, la segunda del Perú y que se encuentra a unos mil kilómetros.
Antes de nada tenemos que empezar recordando que aquí nació el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, de cuyas novelas se han hecho diferentes adaptaciones al cine. Dos de ellas dirigidas por el también peruano Francisco José Lombardi: "La ciudad y los perros" (1985) y "Pantaleón y las visitadoras" (2000).
En poco más de una hora aterrizamos y aprovechamos el recorrido desde el aeropuerto para que nos cuenten un poco la realidad de esta ciudad, "sitiada" por volcanes que despuntan hasta unos 6.000 metros de altitud.
Ya la propia urbe se sitúa por encima de los 2.300 metros. Nos iremos aclimatando a la altura, aunque solo vamos a disfrutar de una breve estancia en Arequipa.


Nos detenemos en un mirador desde el que divisamos tres de esos volcanes, que están dormidos pero activos.
Continuamos el recorrido hasta llegar al barrio de Yanahuara, con sus típicas casas, que se conservan de la época colonial, y callejuelas, que recorremos hasta desembocar en la Plaza de Armas (ya hemos averiguado que en Perú reciben ese nombre las plazas principales de sus ciudades).
Está muy animada la plaza cuando llegamos y alcanzamos a ver por fuera su iglesia de estilo barroco mestizo o arequipeño.
Llegamos finalmente al corazón de Arequipa, su Plaza de Armas, presidida por una interesante catedral que no podremos ver hasta mañana porque ahora está cerrada.


Ahí está nuestro hotel. Nuestra amable guía espera a que dejemos el equipaje para completar este pequeño recorrido visitando la cercana iglesia de la Compañía, así llamada porque fue erigida por la Compañía de Jesús, o sea, los jesuitas que levantaron también un colegio al lado.
El estilo es el mismo de la iglesia que visitamos antes, con una fachada en la que se representan los dioses y símbolos autóctonos, abajo, y las representaciones católicas arriba, dominando el conjunto.
Esta sí podemos visitarla por dentro porque se está oficiando la misa del domingo por la tarde.
Pasamos, asimismo, a lo que fue el claustro de un colegio regido por los jesuitas hasta que fueron desposeídos de todas sus propiedades y expulsados de Sudamérica por decisión del rey Carlos III.


Finalizada esta breve visita guiada damos un paseo ya por nuestra cuenta, recorriendo la animada plaza y sus calles aledañas, hasta que decidimos volver al hotel, que dispone de una estupenda terraza con vistas a esa plaza.
A pesar de que hemos percibido un descenso en la temperatura, todavía podemos disfrutar de un buen rato al aire libre.


Pero cuando ya toca cenar, decidimos meternos para dentro. Nos han recomendado una serie de manjares peruanos a los que nos aplicamos sin dudarlo, con la compañía de un buen vino tinto también peruano.
¡Qué bien vamos a dormir!



domingo, 26 de noviembre de 2017

EN LAS ISLAS BALLESTAS

Hoy toca jornada ecológica. De buena mañana nos dirigimos al embarcadero del hotel para tomar un barco con el que surcaremos las aguas del Océano Pacífico en dirección a las islas Ballestas.


Nos encontramos en la bahía de Paracas y hace un espléndido día de sol para navegar.
Antes de salir a mar abierto nos detenemos en la punta de la península que cierra la bahía para contemplar el candelabro, un geoglifo similar a las Líneas de Nazca de las que se diferencia porque tiene más profundidad.


Realizado por otra civilización milenaria, incluso anterior a los incas, el dibujo se conserva debido a la ausencia total de lluvias y a que se realizó en la ladera de la montaña a cubierto de los vientos dominantes en la zona.
Después de unos 15 minutos más de navegación, llegamos a las islas Ballestas, hábitat natural de un sinfín de aves de distintas especies y de leones marinos que sestean al sol.


Incluso una colonia de pingüinos de Humboldt habita en el lugar.


Un llamativo espectáculo dominado por un penetrante y nada agradable olor, que observamos con detalle introduciéndonos con el barco por los distintos recovecos del pequeño archipiélago.
Es este un impresionante paraíso natural en el que, al parecer, abunda la comida para sus residentes arrastrada hasta el lugar por la corriente de Humboldt procedente del sur antártico.


Tras la interesante experiencia, retornamos al hotel porque hemos de volver a Lima en otro de esos autobuses cama. 
Dedicamos la tarde en la capital peruana a dar un paseo desde nuestro hotel hasta la cercana costa limeña al Pacífico para llegar a un impresionante mirador desde el que vemos atardecer.


En el entorno se configura una especie de centro comercial, mitad cubierto mitad al aire libre, que se impone sobre los acantilados que conforman la fachada ante el océano. Nos adentramos en él porque ahí se encuentra un restaurante que nos han recomendado y en el que cenamos contemplando el anochecer de Lima a modo de despedida hasta que volvamos dentro de diez días para emprender el regreso a casa.

viernes, 24 de noviembre de 2017

AUTOBÚS CAMA A PARACAS Y AVIONETA A LAS LÍNEAS DE NAZCA

Madrugón para Coger un autobús en dirección a Paracas. Autobús cama lo llaman aquí. Y, hombre, es cómodo pero tanto como cama.


Nos esperan 4 horas de carretera y un interminable desierto de arena hasta llegar a este lugar de vacaciones al borde del mar que utilizaremos a modo de trampolín para dirigirnos a Nazca.
Eso sí, nos hacen más llevadero el viaje con un tentempié que incluye un tipo de infusión a la que no estamos precisamente acostumbrados.


Llegamos al hotel donde pernoctaremos con tiempo para descansar, dar un paseo por las instalaciones, tomar unas cervecitas y comer algo ligero antes del vuelo.


Porque esta tarde toca volar otra vez. Así que nos llevan a lo que pensábamos que sería un modesto aeródromo y, para nuestra sorpresa, nos encontramos en el aeropuerto internacional de Pisco, que es una especie de aeropuerto "del abuelo" (lo pilláis, ¿no?, el de Castellón) solo utilizado por aviones pequeños. 
El nuestro es una avioneta Cessna con buena pinta en la que volaremos 10 personas en dirección a las misteriosas Líneas de Nazca, mundialmente famosas desde que fueron descubiertas casualmente en 1927 por un piloto que se sorprendió al observar desde el aire toda una serie de figuras que a ras de tierra no podían verse, parecían caminos.


Pues se trata de unos doce o trece dibujos de enormes dimensiones realizados por una civilización muy anterior a los incas y que se conservan desde hace más de 2.000 años.


Un mono, un perro, un loro, un colibrí, un cóndor... Todo de enormes dimensiones, hecho hace miles de años y que solo puede verse desde el aire.
Existen diferentes teorías respecto al significado de estas llamadas Líneas de Nazca. La más extendida es que las hicieron para que fueran vistas por sus dioses. Pero también hay quien piensa que es cosa de extraterrestres.


En fin... Después de sobrevivir a un agitado vuelo a baja altura y de vertiginosos giros para ver mejor las figuras, regresamos a nuestro hotel sanos y salvos.
Y con ganas de relajarnos, cenar a gusto y esperar que mañana habrá más y mejor. Seguro.


LIMA CAÓTICA Y BRUMOSA

Aterrizamos en Lima a las 6 de la mañana ya del jueves 23 de noviembre, después de 12 horas de tranquilo vuelo cruzando el océano Atlántico y buena parte de Brasil.
Durante el largo trayecto hasta nuestro hotel en el barrio de Miraflores tuvimos tiempo de comprobar dos de las características de esta ciudad: la casi permanente presencia de una especie de nubosidad brumosa y lo caótica que es la circulación rodada.
La primera viene motivada por la cercana presencia de la Cordillera Andina, que impide el paso de las nubes procedentes del Océano Pacífico, con lo cual es raro ver aquí un límpido cielo azul, pero sin embargo apenas llueve. (Gracias a lo cual, dicho sea de paso, se preservan los numerosos vestigios precolombinos hechos de barro.)
La segunda, el caos circulatorio, viene dado por el hecho de que parece imperar una especie de ley de la jungla por la cual el primero que mete el morro del coche es el que pasa. Ni preferencia a la derecha ni gaitas. Ni pasos de cebra ni nada.
En nuestro primer paseo tras instalarnos en el hotel faltó poco para que nos atropellaran, pero llegamos hasta el bonito parque central en este súper protegido barrio de Miraflores donde hay más policías por metro cuadrado de los que cabría imaginar.
Descansamos un rato hasta que vienen a buscarnos para iniciar nuestro primer tour por Lima.
Mientras nos dirigimos hacia el centro hacemos un recorrido panorámico para observar desde el vehículo diferentes vestigios prehispánicos, todos relacionados con los rituales religiosos de cada época. Pasamos por el distrito residencial de San Isidro, donde abundan casoplones de diferentes estilos, para llegar a lo que llaman la ciudad colonial.


Abandonamos el vehículo en la bonita plaza mayor, donde se encuentra el Palacio Presidencial, la catedral, el palacio episcopal y el Ayuntamiento de Lima.


En nuestro paseo por la zona probamos el pisco, un licor de unos 40 grados de alcohol que se mitigan con clara de huevo, zumo de limón y otros aditamentos. Muy rico.


A la salida unas amables lugareñas, tradicionalmente  ataviadas, nos ofrecen productos típicos: una bolsa con hojas de coca para hacer infusiones, unos caramelos de coca... En fin, nada que no pueda encontrarse en cualquier lugar.


Visitamos a continuación un convento dominico con dos interesantes claustros, en cuya cripta está enterrada Santa Rosa de Lima, patrona del Perú, y en cuya iglesia se muestran los cráneos tanto de ella misma como de San Martín de Porres (nuestro Fray Escoba que interpretó René Muñoz en la película de 1961 dirigida por Ramón Torrado) y de otro santo español.


Retomamos el vehículo para dirigirnos al Museo Rafael Larco, muy interesante lugar que atesora innumerables y valiosas piezas de arte precolombino correspondientes a diversas civilizaciones incluso anteriores a los incas que se remontan a miles de años antes de Jesucristo. Cerámicas, utensilios diversos, adornos, tejidos, etc. Hay hasta una zona con varias salas dedicadas a representaciones eróticas, que componen una especie de kamasutra precolombino.
Ya es media tarde cuando regresamos al hotel y pensamos cómo resetear nuestro chip corporal para decidir qué toca: comer, cenar... Porque sí sabemos que desayunamos dos veces: una en el avión a las 5 de la mañana hora local (las 11 para nosotros) y otra en el hotel a las 9 pero que para nosotros eran las 3, así que igual estábamos comiendo sin saberlo
Toca cenar entonces y tenemos cerca un restaurante que nos han recomendado. Como Mariví no puede con determinado pescado, se "conforma" con una langosta gratinada, mientras yo no me resisto a probar el famoso ceviche con langosta y pulpo. Modesta cena, acompañada de pan al ajo, bebida y postre por menos de 50€ los dos.
Dormiremos bien.

martes, 21 de noviembre de 2017

PERÚ: RUTA ANDINA EN BUSCA DE EL DORADO

Apuramos estas últimas horas antes de partir con la ilusión de que nos espera una aventura.
Este miércoles por la noche emprendemos vuelo en dirección a Perú, mítica tierra de los incas. Será en los albores del jueves 23 de noviembre cuando aterrizaremos en Lima, la Ciudad de los Reyes fundada por los españoles en 1535. 
Iniciaremos así una ruta que nos llevará primero a la ciudad de Paracas, donde sobrevolaremos en avioneta las misteriosas Líneas de Nazca.

Tras volver a Lima, volaremos a Arequipa, la segunda ciudad más importante de Perú y cuna del insigne escritor Mario Vargas Llosa, desde donde nos dirigiremos al Cañón del Colca, uno de los más profundos de América, bordeando el volcán Chachani y alcanzando el Mirador de los Andes a 4.800 metros de altitud. 


Llegaremos a la Cruz del Cóndor, recorreremos el valle del Colca, deteniéndonos en varios poblados, hasta llegar a Puno. 

Al día siguiente vamos al Lago Titicaca (sí, ese que cuando estudiábamos de pequeños nos daba tanta risa), en el límite con Bolivia. Lo surcaremos en un bote a motor para visitar islas pobladas por nativos quechuas.


La siguiente etapa nos llevará a Cuzco, la antigua capital del Imperio Inca, declarada Patrimonio de la Humanidad y conocida como la Roma de América por la gran cantidad de monumentos que posee.
El siguiente día lo pasaremos en el Valle Sagrado de los Incas y al otro culminaremos en Machu Picchu.


Después del desplazamiento en un tren panorámico, donde te ayudan a combatir el mal de altura con una infusión de hoja de coca (ejem), llegaremos a la Ciudad Perdida de los Incas para recorrer sus calles, plazas y templos. Pasaremos ahí el día y pernoctaremos en el pueblo.
Y ya en el tramo final de nuestro viaje volveremos a Cuzco, al día siguiente tomaremos otro vuelo a Lima y finalmente emprenderemos el regreso a casa, a donde llegaremos en pleno puente de la Constitución.
Durante el intenso recorrido que nos espera por el sur del Perú no sé si conseguiremos encontrar El Dorado (lo que no consiguió nuestro ancestro Lope de Aguirre hace unos 500 años) pero sí esperamos vivir una especie de aventura que acabe siendo inolvidable.
Y os la contaremos.