lunes, 4 de diciembre de 2017

EN MACHU PICCHU, DÁNDOLO TODO

Y llegó el gran día, la culminación de este viaje, Machu Picchu.
Todavía es de noche cuando nos levantamos y llueve en Cuzco. No es la mejor manera de empezar el día porque a donde vamos es muy importante la climatología para poder apreciar todo el complejo.
Tenemos por delante un largo desplazamiento. Al menos, ha dejado de llover.


 Primero, casi dos horas de autobús hasta Ollantaytambo, donde se encuentra la estación de tren, en la que tomaremos el llamado Videodome, un convoy con ventanas panorámicas para poder verlo todo mejor.


Por ejemplo...
Otra hora y media para llegar a Aguas Calientes, el pueblo que se encuentra en la base de Machu Picchu, donde tomaremos otro autobús que nos llevará a la entrada en media hora de empinado y tortuoso camino de tierra y piedras como a modo de calzada romana.
En definitiva, casi cinco horas desde que salimos de nuestro hotel en Cuzco.
Cumplidos los numerosos trámites de acceso, por fin entramos en la ciudad perdida de los incas. Estamos a 2.400 metros de altitud sobre el nivel del mar (nada para lo que nos hemos venido despachando) y las cumbres que rodean la ciudad superan los 3.000. Está nublado pero hace buen día.
Y toca subir, claro, una irregular y empinada rampa/escalera hasta llegar al punto donde tendremos nuestra primera visión del conjunto.


Estamos en Machu Picchu. Y si hemos llegado hasta aquí jadeando, en este momento se nos corta la respiración.


No sé si impresionante es suficiente palabra para describir lo que aparece ante nuestros ojos.
La ciudad perdida que un norteamericano descubrió en 1911 totalmente cubierta por la maleza y que los incas tuvieron que abandonar sin acabar su construcción ante el acoso de los conquistadores españoles.


Llegamos al punto de la foto más tradicional y difundida de Machu Picchu.


Son tantas las cosas que podríamos decir sobre Machu Picchu... Pero nos hemos quedado sin respiración y sin palabras. Así que esta vez nos limitaremos a una breve exposición de fotografías, que darán mejor idea de lo que es esto.









Ya es media tarde cuando salimos de esta ciudad perdida y felizmente encontrada. Como nos encontramos de nuevo con la pareja de catalanes y, en el único hotel existente en el mismo Machu Picchu, compartimos otro buen rato en torno a unas Cusqueñas bien frescas, y se añaden otra pareja de gallegos que están alojados.
Estábamos tan a gusto que casi perdemos el último autobús que baja a Aguas Calientes. Pero llegamos al hotel con tiempo suficiente para relajarnos antes de cenar y salir después a tomar un Pisco Sour con estos nuevos amigos.
Pensábamos que esta sería la culminación del viaje, pero no. El pastel tendrá otra guinda.
La curiosidad del día: nuestro hotel está ubicado entre la vía del tren, que pasa justo por la puerta, y un caudaloso río de aguas bravas, al cual podemos asomarnos, pero nos aconsejan no abrir la ventana porque podrían entrar zancudos y mosquitos atraídos por la luz.
Dormiremos bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario