viernes, 24 de noviembre de 2017

LIMA CAÓTICA Y BRUMOSA

Aterrizamos en Lima a las 6 de la mañana ya del jueves 23 de noviembre, después de 12 horas de tranquilo vuelo cruzando el océano Atlántico y buena parte de Brasil.
Durante el largo trayecto hasta nuestro hotel en el barrio de Miraflores tuvimos tiempo de comprobar dos de las características de esta ciudad: la casi permanente presencia de una especie de nubosidad brumosa y lo caótica que es la circulación rodada.
La primera viene motivada por la cercana presencia de la Cordillera Andina, que impide el paso de las nubes procedentes del Océano Pacífico, con lo cual es raro ver aquí un límpido cielo azul, pero sin embargo apenas llueve. (Gracias a lo cual, dicho sea de paso, se preservan los numerosos vestigios precolombinos hechos de barro.)
La segunda, el caos circulatorio, viene dado por el hecho de que parece imperar una especie de ley de la jungla por la cual el primero que mete el morro del coche es el que pasa. Ni preferencia a la derecha ni gaitas. Ni pasos de cebra ni nada.
En nuestro primer paseo tras instalarnos en el hotel faltó poco para que nos atropellaran, pero llegamos hasta el bonito parque central en este súper protegido barrio de Miraflores donde hay más policías por metro cuadrado de los que cabría imaginar.
Descansamos un rato hasta que vienen a buscarnos para iniciar nuestro primer tour por Lima.
Mientras nos dirigimos hacia el centro hacemos un recorrido panorámico para observar desde el vehículo diferentes vestigios prehispánicos, todos relacionados con los rituales religiosos de cada época. Pasamos por el distrito residencial de San Isidro, donde abundan casoplones de diferentes estilos, para llegar a lo que llaman la ciudad colonial.


Abandonamos el vehículo en la bonita plaza mayor, donde se encuentra el Palacio Presidencial, la catedral, el palacio episcopal y el Ayuntamiento de Lima.


En nuestro paseo por la zona probamos el pisco, un licor de unos 40 grados de alcohol que se mitigan con clara de huevo, zumo de limón y otros aditamentos. Muy rico.


A la salida unas amables lugareñas, tradicionalmente  ataviadas, nos ofrecen productos típicos: una bolsa con hojas de coca para hacer infusiones, unos caramelos de coca... En fin, nada que no pueda encontrarse en cualquier lugar.


Visitamos a continuación un convento dominico con dos interesantes claustros, en cuya cripta está enterrada Santa Rosa de Lima, patrona del Perú, y en cuya iglesia se muestran los cráneos tanto de ella misma como de San Martín de Porres (nuestro Fray Escoba que interpretó René Muñoz en la película de 1961 dirigida por Ramón Torrado) y de otro santo español.


Retomamos el vehículo para dirigirnos al Museo Rafael Larco, muy interesante lugar que atesora innumerables y valiosas piezas de arte precolombino correspondientes a diversas civilizaciones incluso anteriores a los incas que se remontan a miles de años antes de Jesucristo. Cerámicas, utensilios diversos, adornos, tejidos, etc. Hay hasta una zona con varias salas dedicadas a representaciones eróticas, que componen una especie de kamasutra precolombino.
Ya es media tarde cuando regresamos al hotel y pensamos cómo resetear nuestro chip corporal para decidir qué toca: comer, cenar... Porque sí sabemos que desayunamos dos veces: una en el avión a las 5 de la mañana hora local (las 11 para nosotros) y otra en el hotel a las 9 pero que para nosotros eran las 3, así que igual estábamos comiendo sin saberlo
Toca cenar entonces y tenemos cerca un restaurante que nos han recomendado. Como Mariví no puede con determinado pescado, se "conforma" con una langosta gratinada, mientras yo no me resisto a probar el famoso ceviche con langosta y pulpo. Modesta cena, acompañada de pan al ajo, bebida y postre por menos de 50€ los dos.
Dormiremos bien.

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